
Ruy Pérez-Tamayo
Profesor emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México. Miembro de El Colegio Nacional y de la Academia Mexicana de la Lengua.
Correspondencia: Dr. Ruy Pérez-Tamayo
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Este artículo debe citarse como
Pérez-Tamayo R. Humanismo y Medicina. Hematol Rev Mex 2015;16:1-2.
Desde hace mucho tiempo (desde que yo era estudiante de Medicina, en los años 40 del siglo pasado), se decía que el médico debería ser un “humanista”. Quizá este deseo se expresaba igual desde mucho antes, pero yo adquirí conciencia de él en mis primeros años de contacto con la profesión. Estuve de acuerdo, aunque mi concepto de “humanista” era general y más bien indefinido. Durante años lo escuché en discursos académicos, y hasta es posible que yo mismo lo haya proclamado como deseable. El sentido preciso del término “humanista” no era muy claro, pero eso no importaba, en vista de que de muy pocas cosas tenemos conceptos claros y precisos. Pero en alguna ocasión relativamente reciente me asomé al Diccionario de la Lengua Española (2001) buscando el significado de la palabra “humanismo”, y me llevé una inesperada sorpresa. Porque en ese lexicón el término se define como: “Cultivo o conocimiento de las letras humanas… Movimiento renacentista que propugna el retorno a la cultura grecolatina como medio de restaurar los valores humanos… Doctrina o actitud vital basada en una concepción integradora de los valores humanos”. Y el vocablo “humanista” significa: “Persona instruida en letras humanas”. Cuando decimos que el médico debe ser un “humanista” no estamos pensando en que sea un conocedor de la cultura grecolatina ni que esté especialmente instruido en la literatura, sino más bien en que sea “humanitario”, porque en el mismo Diccionario de la Lengua Española, esta otra palabra se define como: “Que mira o se refiere al bien del género humano… Benigno, caritativo, benéfico…”
Pero éste no era el pensamiento de uno de los más grandes y admirados médicos mexicanos del siglo XX, el Dr. Ignacio Chávez. En una conferencia dictada en el III Congreso Mundial de Cardiología, celebrado en Bruselas en 1958 y titulada “Grandeza y Miseria de la Especialización Médica. Aspiración a un Nuevo Humanismo”, todavía hoy admirable por su fluidez y elocuencia, el Dr. Chávez hace un rápido bosquejo de los progresos de la medicina científica y de la especialización, y después dice: “…no hay peor forma de mutilación espiritual de un médico que la falta de cultura humanística”. Y en distintos párrafos, el Dr. Chávez la describe como: “…la raíz del humanismo actual debe ser el conocimiento de las lenguas vivas. A través de ellas podremos asomarnos al pensamiento de razas y países que no son los nuestros y beber la información de las fuentes mismas… Siendo una aspiración eterna, la cultura no es una cosa universal y estática, sino que cambia y se modela según el tiempo y el lugar. De aquí que el conocimiento de la historia sea un requisito esencial del humanismo contemporáneo, historia amplia, de los pueblos, de la civilización y de los pensamientos del hombre… Y cuando ya se tenga todo eso, el conocimiento de las lenguas y de la historia en su mayor anchura, cuando ya se conozca la realidad social y se tenga interés por la hora en que se vive, el humanismo de nuestro tiempo quedaría triste y mate, si el hombre no puliera su espíritu con las lecturas selectas, con la frecuentación de los clásicos modernos, con el amor de la belleza –palabra, música o plástica– y con la reflexión sobre los temas eternos de la conducta –el deber, el amor, el bien– formas todas de sublimar el alma frente a la dura realidad de vivir…”
Está bien claro que para el Dr. Chávez el término “humanismo” no quería decir exactamente lo que señala el Diccionario de la Lengua Española, sino más bien otra cosa, que en el título de su discurso llamó un “nuevo humanismo”, o sea una cultura basada en el conocimiento de lenguas, pero no clásicas sino vivas; de historia, pero no de otros tiempos sino contemporánea; de literatura, pero no de autores antiguos sino de nuestros tiempos; y de las artes, pero no de las consagradas por la tradición sino de las que corresponden a nuestra vivencia cotidiana. Es de este “nuevo humanismo” de donde el Dr. Chávez pensaba que el médico pasaría automáticamente al “humanitarismo” en su profesión.
No tengo nada en contra de estos admirables conceptos, excepto que no son exclusivos de la Medicina. Que de la cultura general se derive un comportamiento más humano con nuestros congéneres es igualmente aplicable a médicos, a arquitectos, a filósofos, a matemáticos, a políticos y hasta a policías. Los argumentos del Dr. Chávez me convencen de que un médico culto (“humanista”) es un mejor médico, pero no porque sea médico sino porque es un mejor ser humano, y porque esa condición no sólo le permite sino que hasta lo obliga a un mejor trato con otros seres humanos.